Querido Tío Manolo,
Espero que estés disfrutando de la vida con la misma serenidad que Carles Puigdemont disfruta en sus entradas a España como estrella invitada. ¡Ah, cómo me gustaría tener esos superpoderes! Imagínate, llegar a Barcelona desde el extranjero como cualquier mortal, pero en lugar de pasar por aduanas, simplemente te esperan con un ramo de flores y un aplauso. Y mientras tanto, cualquier ciudadano español, no puede ni hacer un comentario por cualquier red social sin que le caiga el peso de la ley por un montón de leyes sacadas al gusto de la nueva nobleza política progresista, sin que te achaquen un delito de odio, de racismo o de xenofobia, por no mentar otro sin fin de leyes puestas para tenernos bien calladitos sin que la susodicha ley de turno te caiga encima con todo su peso.
Es curioso cómo funciona el mundo, ¿no? Yo, que siempre he sido un ciudadano ejemplar, pero solo por pisar un poco el acelerador en la autopista, tengo a un helicóptero siguiéndome como si fuera el protagonista de una película de acción. O si hago algún comentario en X o Facebook se me aplica las susodichas de odio, racismo etc. Pero claro, yo no soy Puigdemont. Al que le persigue la ley por intento de golpe de estado o malversación de caudales públicos, total unos delitos sin importancia. Si lo fuera, podría entrar y salir del país cuando me apeteciera, anunciar el día y la hora de mi llegada como si fuera una visita papal o el concierto de una estrella del rock, y no pasaría nada. ¡Ni un solo guardia civil, policía o mossos de escuadra tendría la desfachatez de interrumpirme!
Te cuento una anécdota, Tío. El otro día, estaba yo paseando por un descampado, pensando en que allí se podía plantar unas tomateras o hacer un campito de futbol para la chavalería. Pero, oh sorpresa, un dron comenzó a sobrevolarme como si estuviera planeando poner una plantación de mariguana o algo mucho más turbio. Me sentí como el protagonista de una novela distópica, observado desde las alturas, siguiendo mis pasos, quien sabe si escuchado con micrófonos unidireccionales o lectores de pensamiento para averiguar mis más íntimos secretos. Sin embargo, Puigdemont, ese genio de la discreción, que se permite decir cuando, donde, como y a qué hora va a aparecer, puede ir y venir, hacer sus mítines, y no hay un solo dron, cámara, helicóptero o guardia que lo incomode. ¡Ni siquiera un molesto mosquito!
Me pregunto, Tío, ¿será que si me dejo barba y aprendo catalán podré adquirir su habilidad de pasear por el país sin temor a que la tecnología me siga a todas partes? Aunque pensándolo bien, quizás sea mejor seguir con mi vida normal, con sus multas de tráfico y sus drones vigilantes. No todo el mundo puede tener el encanto de Puigdemont.
En fin, te dejo, que tengo que pasar el ITV y no vaya a ser que me multen por no tenerlo todo perfectamente en orden. Pero si algún día decido cambiar mi nombre por «Puigdemanolo», ya te avisaré. ¡A lo mejor me invitan a dar un mitin!
Un abrazo de tu sobrino Nebula
PD: Si alguna vez te pillan yendo a 140, diles que eres amigo de Puigdemont. No sé si funcionará, pero vale la pena intentarlo, ¿no crees?